Comentario
La oposición izquierdista tradicional, desmembrada por los sucesos de finales de los 40 nunca llegaría a recuperarse. Ni el paso del ex falangista Dionisio Ridruejo a una oposición directa y abierta, ni la nueva oleada de huelgas en Asturias y Barcelona en marzo de 1958 tuvieron demasiado impacto, aunque fueron las huelgas más largas desde 1951. La respuesta del Gobierno fue suspender los derechos civiles nominales y declarar el estado de excepción durante cuatro meses. Mientras tanto, la política clandestina entre los estudiantes de las mayores universidades empezaba a hacerse más radical, pero no sería un problema hasta la década siguiente. Todas las iniciativas que tomó el Partido Comunista fallaron por completo. Su convocatoria de una Jornada de Reconciliación Nacional para el 5 de mayo, que estaría acompañada de huelgas locales y boicots al transporte en muchas partes de España, obtuvo poco apoyo; y la Huelga Nacional Pacífica, que programaron para el 18 de julio, sólo la secundaron pequeños grupos de trabajadores influidos directamente por el Partido.
Sin embargo, se reforzó el control de la policía. Una ley del 22 de marzo de 1957, permitía que en actividades colectivas ilegales, como las huelgas, en que no se pudiera identificar a los responsables, se detuviera a aquellos con puestos de responsabilidad o de mayor veteranía entre los involucrados. El 24 de enero de 1958 se estableció un nuevo tribunal militar con jurisdicción especial en todo el país sobre actividades extremistas, bajo la dirección del coronel Enrique Eymar Fernández, que adquirió una fama siniestra en la siguiente década. Franco consideraba que era necesario estar totalmente preparado. El 9 de junio comentó en privado que tenía información directa de las logias masónicas sobre una campaña de grandes proporciones contra el régimen español (citado en Salgado Aráujo, Conversaciones privadas, 239). A continuación, se redactó de nuevo la Ley de Orden Público -30 julio 1960- que estipulaba que a cualquier persona detenida por hacer huelga, por participar en una manifestación o por destrozar los bienes públicos, se le juzgaría ante un tribunal especial de jueces civiles. El 26 de septiembre de 1960 se promulgó otra nueva Ley contra la Rebelión Militar, el Bandidaje y el Terrorismo.
De hecho, la cantidad de personas involucradas en la oposición era bastante limitada y, según las estadísticas del Alto Estado Mayor, el número anual de condenados por los tribunales militares especiales se reducía todos los años. Pasó de 1266 en 1954 a 902 en 1955; luego pasaría de 723 en 1957 a 717 en 1958, y bajaría hasta 529 en 1959. El nivel de criminalidad era muy bajo en estos años en España, de modo que en el 59 la población que había en la cárcel era de 14.890, frente a los 34.526 que había bajo la República en 1935, cuando en total había cinco millones menos de habitantes.
La única oposición que preocupaba realmente a Franco era la de los monárquicos. Aunque el nuevo Gobierno tenía una facción regencialista importante, supuso un gran distanciamiento de lo anterior, no sólo porque se empezó a aplicar una política económica totalmente diferente sino, porque por primera vez, se estaba formando un discreto bloque promonárquico. Este estaba formado por Carrero Blanco y varios de los ministros de economía que eran miembros del Opus Dei. Eran leales a Franco pero estaban bastante decididos a promocionar una sucesión legítima monárquica cuando llegara el momento oportuno. López Rodó, que pronto se convirtió en miembro clave del grupo después de Carrero Blanco, frecuentaba mucho al Conde de Ruisenada, el principal representante de don Juan en España; e intentaba ejercer toda la influencia posible sobre el modesto, afable y algo tímido príncipe Juan Carlos. Un resultado de esto fue un artículo de Ruisenda publicado en el ABC el 11 de junio de 1957, en el que se afirmaba que la monarquía rechazaba el totalitarismo y el dominio de cualquier minoría, pero siempre se mantenía dentro de la línea del 18 de julio sin ninguna desviación.
La década se cerró en 1959 con dos sucesos bastante importantes en la historia del Régimen, la inauguración del Valle de los Caídos el 1 de abril y la visita del presidente americano Eisenhower a Madrid en diciembre. La enorme tumba, a 40 kilómetros al noroeste de Madrid, era el monumento conmemorativo del Generalísimo a su victoria en la Guerra Civil y a las vidas que se habían sacrificado en ella; algo así como el rival de El Escorial en el siglo XX. La breve visita de Eisenhower a la capital española, en la que Franco y el presidente americano recorrieron el centro de la ciudad en un coche descapotable recibiendo los aplausos de cientos de miles de personas, marcó un hito en la trayectoria de Franco.